El día de muertos es una de esas celebraciones a las que nadie puede quedarse indiferente.
Más allá de la celebración en sí misma, nos da la oportunidad de reflexión, ya sea para agradecer y honrar las historias de todos aquellos que se han ido, o para intentar descifrar las lecciones, que los difuntos, nos dejaron al partir.
Cualquiera que sea nuestro caso, nos recuerda el hecho de que algún día, no sabemos cuándo, será momento de vivir el cambio más trascendental de toda nuestra existencia… !La muerte!
A pesar de que el ser humano siga intentando con todas sus fuerzas encontrar una especie de antídoto contra ella, jamás abandonara la certeza de despedirse, de todo aquello, que hoy da un significado a su vida presente.
Por lo que tal vez no sea el hecho de partir el que evitamos con resistencia férrea, tal vez sea el miedo a desprenderse de lo amado y enfrentarse a lo desconocido. Ese sentimiento de un día despertar y no poder disfrutar de todo aquello que damos por sentado, nos “pertenece”.
Aunque, por otro lado, es también este sentido de pertenencia el que paradójicamente nos hace ser parte de un todo, en donde estar a salvo y mantenerse seguros. Por ello es que valoramos ese sentimiento de comunidad, más de lo que podemos ser conscientes.
Esta es la razón, por la que todos, de alguna forma, anhelamos ser reconocidos por nuestros logros o virtudes, no importando de qué manera se vean reflejados, vamos detrás de ello, aunque también, muchas veces sea la causa de nuestros sufrimientos o decepciones.
Y es que ponemos las expectativas en todo lo que amamos, es difícil no hacerlo, es parte de nuestra esencia humana, la necesidad de compañía, de estar con la manada. Aún para el introvertido, el solitario, el que se aleja para estar en silencio, en algún punto de su vida, extrañara el calor y confort que le ofrece la presencia del otro.
Pues es esta forma de gratitud y agrado hacia nuestros compares, la que nos pone a salvo de toda clase de peligros y adversidades a la que nos enfrentamos cada día. Nuestros ancestros dejaron prueba de ello y de lo eficiente que resulta no alejarse del resto.
Es nuestra mayor virtud de supervivencia e inteligencia evolutiva.
Sin embargo, hoy en día también la sociedad moderna nos empuja a “empoderar” al individuo en un exceso, que ya advierte una distancia con sus propias consecuencias. Perdiendo en el camino la nobleza para apreciar a los demás, no como quisiéramos que fuesen, sino con el potencial para ser, más allá de la “suerte” que creamos merecer.
Quizás sea por ello, que nos cueste comprender, que en el juego de la vida, no todo se basa en ganar o perder, y que todo es relativo con el tiempo.
Que en el juego de la vida, no siempre existe un vencedor sin ser vencido.
Y que las ganancias compartidas siempre retribuyen mejor a largo plazo. Que lo que hoy pueda parecer la consecuencia de una vida de esfuerzo y sacrificio, de merecida ganancia, también pudiera desaparecer de un momento a otro, sin siquiera intervención de nadie.
No somos siempre el resultado de nuestras decisiones como solemos pensar, queda aún dentro del mundo de las probabilidades, un grado de incertidumbre, que no nos pertenece, que no podemos controlar, y ante eso, me pregunto, si es posible, aceptar de buena cara, que todos, podemos hacer algo para hacer del otro una vida mejor, sin sentir con ello, una carga injusta.
- Dar amor con la esperanza de reciprocidad pero sin la limitación de ella, no como una confirmación vanidosa, ni como una forma de demostración superficial ante los demás por nuestros actos de bondad.
- Dar amor es una confirmación de estar dispuestos a dejar ir…morir un poco cada día.
- Dar amor es un reflejo de confianza en uno mismo, de aceptación y de coraje por ser y estar donde uno ha elegido o no, pero ha decidido quedarse conforme y agradecido.
- Dar amor es fe y compromiso, fe para saber que pase lo que pase, estaremos listos para continuar, seguir creciendo y evolucionando.
- Dar amor es estar en paz con uno mismo, estando en paz con el resto.
Es dejar ir todo aquello que nos estorba en este viaje llamado vida, dejar ir viejos patrones de hábitos dañinos como el odio, rencor, envidia, y todo aquello que hoy nos paraliza y nos hace sufrir, imaginando mundos desastrosos y sin esperanza.
Dejar ir los miedos y aprender a abrazar los cambios con sabiduría, dándonos el tiempo para sanar nuestros demonios.
Dejar ir es una constante conciliación de nuestro pasado con el futuro, que nos devuelve la paz en el presente.
Es esa forma humana de recuperar la armonía y ver al otro como lo que realmente es, un ser humano con diferentes historias y circunstancias, pero al final con las mismas dolencias y preocupaciones a las propias.
Alguien que al igual que tu está lidiando con el mismo hecho de encontrar significado a una vida, que parece a veces no tener ninguno.
Alguien que al igual que tu está buscando confirmación de los demás y compartiendo expectativas del mismo mundo en que vivimos.
Un ser humano que al igual que tu necesita amor y compasión, para sobrevivir en un mundo tan absurdo a veces y tan lleno de tragedia otras tantas.
Un ser humano que al igual que tu busca lo mismo, ser feliz, sin darse cuenta que la felicidad no es propia de nadie, sino de todos.
Entonces si todos en esencia somos tan similares, porque nos resistimos a ser comunes. Ser común no es más que vivir en comunidad, en beneficio de todos y no de unos tantos.
Rechazar lo común, es perder ese sentido que nos hace corresponsables de nuestras acciones, rechazando la identidad propia, sin percatarnos que al hacerlo nos alejamos del resto, pensando erróneamente que es nuestra individualidad la que nos hace únicos, y paradójicamente, al ser comunes, nos distinguimos.
Por ello, el celebrar las tradiciones también de alguna forma nos enaltece y nos trae de vuelta a la comunidad.
Nos enseña que tal vez culturalmente tengamos diferencias, pero que al reconocerlas y aprender de ellas, nos enriquecemos compartiendo.
Por eso sea cuál será la tradición con la que te sientas identificado, el credo o religión que practiques o las preferencias de ideas con las que comulgues, podemos identificarnos y encontrar coincidencias…
Eso con que encontrar conforte al saber que los que se fueron se fundieron con nosotros, dejándonos su luz en los recuerdos, esos que alimentan el alma cada vez que nos dejamos acompañar por esa huella que intentaron no muriera, eso que verdaderamente trasciende con el tiempo.
¡Feliz día de unión con nuestros muertos para todos!
Autor: Roxana Ortega /[email protected]